La berenjena
es una planta anual del género Solanum dentro de la familia de las solanáceas.
Su cultivo es antiquísimo, desde más del 2000 a. C. y existen innumerables
documentos escritos donde sitúan su origen en el sudeste asiático. Los datos
más antiguos que se conocen la establecen en el estado de Assam (al noreste de
la India), Birmania y en China. Llevada por comerciantes árabes pasó al norte
de África y más tarde, en la Edad Media, entró a Europa por la España
musulmana, desde donde se extendió su cultivo por los países cálidos del
Mediterráneo.
Es muy
posible que por desconocimiento de cómo tratar culinariamente a la berenjena o
por utilizar especies no comestibles causara problemas digestivos, creándose
una mala fama. Durante los primeros siglos de la entrada a Europa existió la
creencia de que su consumo provocaba múltiples enfermedades como fiebre,
epilepsia y la locura, por lo que la planta fue utilizada durante tiempo como
un adorno decorativo y exótico y no como un alimento. El famoso botánico sueco
Carlos Linneo le puso su actual nombre científico Solanum melongena.
Es una
planta que alcanza hasta 1 m de altura; hojas palmeadas, dentadas en sus
bordes; se cultiva como hortaliza y sus frutos se pueden utilizar en variadas
preparaciones y adaptarse a diferentes patologías o enfermedades sin inconvenientes.
La berenjena
puede lucir colores diversos, como rojo, amarillo e incluso blanco, pero la
clase más popular en todo el mundo es la que ofrece un brillante color negro o
violeta oscuro. Puede ser alargada y gruesa como un dirigible o de forma
ovalada, casi redonda. El sabor es ligeramente acre y por esa razón suele
desamargarse antes de emplearla en las diferentes recetas. Aunque no existe una
tradición en la preparación y consumo, vale la pena explorar las cualidades de
este fruto que algunos han llamado “el caviar de los pobres” (refiriéndose al
puré)”.
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